viernes, 12 de octubre de 2012

Intervención del Prelado del Opus Dei en el Sínodo de Obispos

El pueblo de Dios desea que los obispos y los sacerdotes sean maestros de santidad, justamente porque la buscan cada día, atravesando la vida sacramental y su ministerio. Deben ser hombres que rezan con fe, que aman apasionadamente el Sacramento de la Eucaristía y el Sacramento de la Confesión y los viven con piedad sincera, para enriquecerse con las gracias y poder ser, de este modo, portadores de la Buena Nueva a los demás sacerdotes y a todos los fieles. El recurso a estos medios instituidos por Jesucristo para poder identificarse con Él hace que los fieles, al escuchar a los Pastores, escuchen al Señor, y al verlos rezar, se sientan a su vez llevados a rezar. Si ven que ellos recurren con frecuencia a la Confesión, irán a recibir el perdón sacramental.

Es útil también meditar sobre el ejemplo de muchos santos, como el Cura de Ars, San Pío de Pietrelcina o San José María Escrivá, y el del más recientemente Beato Juan Pablo II. Como ha recordado Benedicto XVI, ellos han dejado un ejemplo vivo de amor al Sacramento de la Penitencia y pueden reforzar la conciencia del deber de ser Buenos Pastores, que saben dar la propia vida por sus ovejas. Si se exhorta también a los presbíteros a sentarse en el confesionario habitualmente, muchas almas irán a lavar sus culpas y, de ese ministerio, florecerán vocaciones para el seminario y la vida religiosa y vocaciones de buenos padres y madres de familia.


También es interesante cuidar las homilías desde el punto de vista doctrinario y con el don de lenguas. Para muchos fieles la Santa Misa dominical, con la correspondiente Homilía, es la única ocasión para escuchar el mensaje de Cristo. Con un compromiso siempre renovado, la predicación será mucho más eficaz, sobre todo si se dirige también a la propia alma de quien predica: si se vive lo que se dice y se predica lo que se vive.

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