viernes, 1 de marzo de 2013

Ahora nos toca a nosotros


Cuando el martes 19 de abril de 2005 el Cardenal Ratzinguer veía como iban los votos del Cónclave, por la cabeza, como el mismo dijo, vio como la guillotina se le iba acercando.

Pero, ¿Cual es esa guillotina?, pues esa guillotina, la que ha llevado a que después de 600 años en los que ningún Papa había renunciado haya conseguido que un Papa de la altura intelectual y de la vida interior de Benedicto XVI haya tenido que renunciar, no es otra que, usando unas palabras de San Josemaria, la falta de filiación y de fraternidad de los miembros de la Iglesia. Es decir el pecado de los hijos buenos de la Iglesia.

Tanto es así que ayer antes de despedirse del Colegio de los Cardenales, Benedicto XVI, promete desde el primer momento obediencia al nuevo Romano Pontífice y que elijan, con sus diferencias, como si fueran una orquesta que toca una sinfonía: con unidad.

La fuerza y el peso de la Iglesia es su unidad. Y por eso este el momento de la unidad con el nuevo Romano Pontífice.

Para eso pasa, como cuando el Rey Herodes manda a San Pedro a la cárcel y gracias a la oración de toda la Iglesia es liberado de forma milagrosa, debemos rezar con un sólo corazón y con una sola alma por el nuevo Papa.

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