sábado, 26 de octubre de 2013
Un cuento para que medites...
Hoy toca contarte un cuento.
Se dice que un Rey, en una ocasión, llamó a uno de sus aldeanos para ir a Palacio. En el mensaje que le envió, le decía que en esa audiencia tenía la oportunidad de pedir lo que quisiera. El aldeano se emocionó mucho y se preparó especialmente para ese día. Llegó a Palacio y allí le estaban esperando los lacayos y sirvientes del Rey que le indicaron dónde debía esperar al Rey. El aldeano nervioso veía como pasaban los minutos hasta que por fin se abrió la puerta dónde apareció el Rey con su séquito.
Entonces el Rey le llamó y el se acercó se puso de rodillas. Seguro que durante estos días has tenido la oportunidad de pensarlo...¿Que es lo quieres?, le preguntó el Rey. Pues si Majestad lo que me gustaría es que me concediera un Quintal de Estiércol para mi campo.
Ahora toca la moraleja que espero que hayas descubierto. Muchas veces acudimos a Palacio (la Iglesia) y allí nos encontramos con nuestro Rey y cuando nos pregunta lo que queremos muchas veces lo que le pedimos es un quintal de estiércol.
Pedimos por problemas para solucionar nuestras necesidades más inmediatas sin darnos cuenta que esos problemas para Dios son accidentales. Dios lo que espera que le pidas no es un quintal de su reino sino aquello que le pidió la madre de Santiago y Juan: que se sienten a la derecha e izquierda del Rey.
Cuando en la oración nos dedicamos a pedir por el quintal de estiércol la empequeñecemos y empequeñecemos al mismo Dios por eso te animamos a que sueñes y veras como esos sueños con Dios siempre serán pequeños.
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