
Uno de los puntos en los insiste la liturgia de este tiempo es, de hecho, en la purificación. En el Sacramentario Leoniano se decía: que quien ha nacido para destruir el diablo y perdonar los pecados, nos
purifique de las manchas de las culpas y nos defiendan de los ataques de los
enemigos.
Juan Pablo II, cercana la Navidad de 1980, estuvo con cerca de 2000 niños en una parroquia romana y, al comenzar su catequesis de Navidad, les preguntó ¿Cómo os preparáis para la navidad?, con la oración, respondieron gritando los niños. Bien con la oración pero también con la Confesión. Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión, ¿Lo haréis?, les preguntó y ellos contestaron: lo haremos. Si debéis hacerlo y, en voz baja siguió diciendo, el Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño Dios.
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