jueves, 31 de enero de 2013

Vivir para morir o Morir para vivir



Te dejo una carta que han publicado hoy en el diario Jaén y que me ha parecido muy buena:



Quería escribir unas líneas sobre mi abuela. Sé que ella no las leerá 
ya que aunque sigue con nosotros su avanzada edad, su silla de ruedas 

y la demencia senil no se lo permitirán. No voy a contar nada que a 
ella no le gustaría escuchar, únicamente anécdotas y situaciones que 
me hacen reflexionar sí morimos como hemos vivido o si vivimos para 
morir como nos merecemos. 


Dicen que la vejez se va anunciando a partir de una determinada edad, 
aquí no vale ni el dinero ni otro tipo de medios que no hayan sido el 
esfuerzo personal por llevar una vida...¿ordenada?, ¿disciplinada?, 
¿entregada?, no sabría definirla. La vejez no se improvisa, se va 
forjando con los distintos retos personales por los que vamos pasando 
a lo largo de nuestra vida.


Mi madre es hija única y desde que se casó con mi padre, la abuela ha
vivido con nosotros. Mi madre tuvo 13 hijos y el papel de mi abuela
como os podéis imaginar ha sido muy importante. De profesión enfermera 
y en mi casa una gran cómplice incondicional. Se jubiló de profesión  
pero nunca como abuela, actualmente tiene 90 años.



Por circunstancias de trabajo y familia somos pocos los que tenemos la
suerte de estar más tiempo en casa cuidándola y aunque su situación
invita a llevarla a una residencia, mi madre siempre ha tenido muy
claro que sus últimos días los pasará en "su piso", como pedía ella
antes de perder la lucidez. Distorsiona realidad y ficción, recuerdos
del pasado y frases que le llegan del presente, pesadillas nocturnas
de las que se despierta llorando, ¿y de fondo?...puntual como un
reloj, desde que no se puede levantar, gira el brazo izquierdo para
apagar su despertador, no duerme más de 8 h. Tiene pasión por el rezo
del Rosario que es lo que más le tranquiliza, y su misa diaria a
través de la tv. Recuerdo un día que se fue la luz y la única opción
era colocar el portátil con su batería y poner una misa que teníamos
grabada para que no estuviera todo el día llorando porque le habíamos
dejado sin Misa.

Cuando alguna vez me he puesto nerviosa  y le he hablado más alto de
lo normal, ella me ha contestado con un “perdona no te vuelvo a
llamar”, aunque  no pasaban 30 segundos y ya me estaba llamando otra
vez. Hoy en día se habla de la eutanasia, de que la persona no sufra,
que esta última etapa de la vida no tiene sentido. Pues pienso que sí,
mucho más sentido y significado del que nos imaginamos, aunque este
tema daría para otra carta. Sólo decir que nuestros mayores son
nuestro “altavoz” en la forma y en el contenido de cómo no
desaprovechar una vida.

Tenemos muy claro, que en esta vida no nos agradecerá los detalles que
tenemos continuamente con ella porque no tiene esa posibilidad, pero
no dudo que en el cielo cuando sea consciente de todo nuestros
cuidados, habrá una hija y un yerno con sus 13 nietos en la tierra que
tendrán una gran intercesora.

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