jueves, 28 de febrero de 2013

Hoy tengo la sensación de estar huérfano...y tú.



Hoy tengo la sensación, salvando las diferencias, de encontrarme como el Sábado Santo: huérfano de Padre.  Entonces he decidido acudir, como me aprendido, a acudir a María  estar especialmente con ella en oración y escuchar, en el silencio, de la oración algunas de las cosas que el Santo Padre nos ha querido trasmitir desde que anunció su marcha.

La primera que el peso de la barca de Pedro es grande, y me han venido a la cabeza las palabras del Cardenal ratzinger en su Vía Crucis del año 2005, días antes de ser elegido Papa: Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace agua por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los ensuciamos nosotros mismos. Nosotros somos quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, te arrastramos a tierra, y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos.


Lo segundo que me ha venido a la inteligencia es que cuando parece que ya no se puede hacer más siempre esta el recurso de la oración. Las palabras de Benedicto XVI estos días han sido siempre las mismas: no abandono sino que os acompaño con la oración.

Y la tercera conclusión es que el camino de la vida es el camino de la cruz. Ayer se lo escuchábamos al Papa: no abandono la Cruz porque la Cruz, al final, es el camino de nuestra vida.

Esta noche, junto al Santísimo, considerare estas cosas y otras muchas que estos días el Espíritu Santo quiere trasmitirnos.

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